Compro en la tienda de Omar un par de babuch para los golfillos y una tetera sin patas para hacer té. Creo que me ha estafado pues me ha cobrado 270 dr por todo y encima le pido una mano de fatima para mi gratis y me la da y si llega a tener una bandera grande de marruecos también me la regala, lástima. Cambio en mi tienda de cambio preferida y a la bajada tomo té donde las niñas tan simpáticas. ¡Dios, esto es vida!
Termino la mañana comprando regalos y cosas para la casa.
Una vez acabados, regreso al Hotel a recoger la mochila que había dejado en la recepción para que me la custodiaran el tiempo necesario para dar el último paseo y hacer las compras, y de ahí a casa de Richi en la Rue de México... a una quinta planta!!!! Dejamos mi maleta y nos fuimos a almorzar un shawarma al "Florida" que según me cuenta sólo tiene un año abierto y después el café en el París.
Cuando bajábamos las maletas, recibimos una llamada de María, que viene a no sé que cosa y que de camino nos llevará al puerto: de lujo, nos ahorramos el dinero del taxi y nos despedimos de ella y de Mohamed, Said y Ayoub.
La travesia de vuelta y los kilómetros de carretera fueron muy bien.
Esta ocasión ha sido diferente. Aunque no es la primera vez que voy a Tánger sólo, si es la primera que me vengo con ganas de volver ese mismo día. Es la primera vez que me vengo con la sensación de que, pese a encontrar la paz y el descanso que necesitaba (descanso figurado, pues las cuestas cansan), necesito más tiempo para llenar la mente y el espíritu de eso que Tánger me da. Y, como cada vez, vuelvo con la poca capacidad de decir qué me da Tánger, que me dan los niños de Al-Amal...
Quizás, la próxima vez, pueda tener lucidez para contarlo.
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